El cepillo maestro

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Gracias al cepillo maestro, nuestra aspiradora llega hasta los lugares más inaccesibles. Este cómodo complemento es ideal para limpiar los rincones, la parte trasera de los muebles o los incómodos radiadores. Y se agradece. Pero ahora hemos descubierto que tiene también una utilidad del todo inesperada: la de cepillar a Pangur y ello ha revolucionado definitivamente nuestros hábitos de limpieza: primero sueltas al gato-mopa y le permites corretear líbremente por toda la casa de modo que el polvo acumulado se adhiera a su pelaje de forma natural, luego lo aspiras.

Como se lo cuento, basta enchufar el electrodoméstico y el gato aparece al instante reclamando su dosis de cepillo maestro. Resulta bastante jocoso ver como se revuelve y se estira bajo el accesorio para quedar convenientemente aspirado por arriba, por abajo, por los flancos… Y, aunque él asegura preferir el sistema manual, lo cierto es que termina de lo más limpito, y hasta se le suaviza el carácter.

Ahora está tumbado en el sofá escuchando el Officium Defunctorum de Mathieu Rosmarin, más conocido ya por el nombre que adoptó en la corte española, Mateo Romero, y preocupándose por su futuro, como yo que aunque no estoy tumbado en el sofá sí estoy preocupado por las declaraciones de MAFO (acrónimo y apodo de juventud de don Miguel Ángel Fernández Ordóñez) y dudando de que un Gobernador del Banco de España deba opinar en foro público sobre según qué cosas; aunque para decirlo todo diré que estoy casi seguro de que tiene razón: la reforma es urgente. Sobre todo porque si no se hace algo pronto el sistema de pensiones puede acabar en mano de los bancos (¿se trata de eso verdad?)  justo cuando esté por tocarnos a Pangur y a un servidor.

Reformas, ajustes y reconversiones, cambios de punto de vista. Que una empresa española haya conseguido adjudicarse la fabricación del Audi Q3 («¿cutres?») no nos sacará a flote… Los créditos ICO, las ayudas a la educación, la duplicación de los incentivos al desarrollo resultan ser como esas leyes que tanto nos gusta promulgar y tan poco desarrollar. Acceder a la letra pequeña, descifrar la caligrafía generalista de papá Estado es hoy aún más difícil que antes de la crisis.

Necesitamos imaginación. La suficiente imaginación pública y privada (sobre todo privada) para replantearnos la cadena de montaje de lo real, tan poco flexible, tan previsible y costosa, tan pedigüeña; e imaginación política.

– ¿Qué es eso?
– Inteligencia, visión de futuro, administración hotizontal.
– ¡Qué disparate!

Los políticos llevan muchos años confundiendo su obligación con la obligación de ganar las elecciones, inflando perros con un canuto y abandonándolos a su triste suerte. Algunos, no muchos, deberían tomarse un tiempo, estudiar lo que somos y lo que deseamos, lo que sabemos y lo que no, trazar planes y empezar de inmediato a cumplirlos sin temer que otra administración recoja los frutos. Gente dispuesta a expeditar lo compartido, lo propio y lo mediado sin acomplejarse por los rincones, gente capaz de entender que el país funciona si Madrid y Magaz de Abajo funcionan. No hay carreteras secundarias, ni segunda economía, ya no. Ni raseros fantasma para acceder a la oportunidad. No debería.

De momento voy a escribir a los fabricantes de la aspiradora, a ver si me pagan algo por el reciclado de su complemento y me da para tabaco.

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