Seres queridos

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Pensaban ustedes que me había muerto. Ya lo sabía. Pero no, estaba plantando tomates y pimientos en Magaz de Abajo con una parte de mis seres queridos, a saber: Raquel, Lucas, Rubén, el perro Cato y el gato Pangur. Allí hemos pasado más de diez días viendo como el arce enano desplegaba sus nuevas hojas rojas y diminutas e intentando que Pangur y Cato no coincidiesen bajo ningún concepto. Por lo demás, mano sobre mano hasta hoy, que hemos vuelto a Madrid hacinados en el viejo Mercedes y soportando esa injusticia tolerada que se llama carretera a fuerza de radio (industria convencida, según parece, de que lo de estos días es un invierno tardío cuando, en realidad, marzo ha sido siempre así), buen humor y la elevada conversación de Rubén.

Rubén es tan grande que cuando te ve, cree que estás lejos. Por eso habla a gritos. Sin embargo cuando canta (y no lo hace nada mal) reduce muchísimo la ración de decibelios. Lucas es más reservado, pero posee una determinación capaz de hacer temblar mi autoconfianza, cosa harto difícil habida cuenta de que hablamos de uno de mis mejor y más sólidamente desarrollados superpoderes. En cuanto al perro Cato, ya lo saben ustedes, es como Iñaki Perurena, pero en bajito y con collar de pinchos.

Pangur, en Madrid se sabe a salvo de su incurable inclinación a la aventura. Pero también supongo que, como el perro Cato, echará de menos el peligro, los regalos de la cocinera y el calor de la lumbre (los días pares, porque los impares le tocaba al perro). ¿Y Raquel? Pues Raquel ha pasado estos días como siempre: disfrutando de los pequeños ratos libres que nuestro estrafalario horario le dejaba, ejerciendo (y no sólo para un servidor) de compañera siempre sorprendente y complicándose en todo lo que fuese hacer algo juntos.

Llegamos a Madrid, digo, y me quedo viendo en la tele a unos pobres incautos a los que un buzón de correos de cartón piedra con un tipo dentro espera en la calle para tomarles el pelo. Cuando van a echar su carta el buzón sale corriendo. Es una broma, y así lo entienden enseguida los embromados; pero todos, prácticamente todos, insisten en introducir su misiva por la ranura del falso buzón. Algunos, incluso, lo persiguen durante un buen rato hasta lograr introducirle la carta con expresión satisfecha. Somos así: que la verdad no sea real no nos impide vivirla con pasión ni afrontarla con tenacidad. Decido incluir a la humanidad entre mis seres queridos, por su ingenuo y genuino orgullo.

Y por cierto otro de mis seres queridos me informa de que a doña Mari se le ha roto la tapa del retrete. Así me entero vía e-mail de que mi señora mamá (que diría un mejicano), en previsión de que alguno de sus innumerables hijos o hijas o nietos o nietas o bisnieto pueda sufrir un accidente indeseable, ha colocado sobre el sanitario el siguiente aviso escrito:

Querido usuario:
Por causas aún sin aclarar, la tapa del water se ha roto. Si te sientas sin seguir escrupulosamente las siguientes instrucciones, podrías caer en su interior. ¡El peligro es real!

1.- Levanta cuidadosamente la tapa antes de sentarte.
2.- Baja lentamente las posaderas y, apoyándote con ambas manos, muy despacio, siéntate. ¡Por Dios, no te muevas!
3.- Cuando termines de hacer tus necesidades repite el proceso, pero a la inversa. Ten en todo momento mucha precaución, pues el riesgo existe mientras permanezcas en el cuarto de baño.

Además:
No te sientes en el water para calzarte o descalzarte. Es más seguro, por el momento, el uso de la banqueta para tal actividad.
En este momento hay varios proyectos en marcha para encontrar una solución que, esperamos, aparecerá pronto. Mientras tanto perdona las molestias.

Importante: En el portador del papel higiénico hay una campanilla que puedes colgarte al cuello mientras haces uso del inodoro. Si cayeras dentro del mismo, hazla sonar con fuerza y pasaremos a socorrerte a la mayor brevedad posible.

Tras ardua y dilatada observación y escuchando pacientemente a la experiencia, los clásicos concluyeron que el amor es ciego. Ya lo sabía.

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