Sueños y jardines

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Desde que no es rico, servidor duerme mejor. Lo primero que hace un hombre pobre es empezar a dormir mejor, porque para él el sueño es un bien preciado, casi un lujo. Y también se ocupa personalmente de su jardín; que es prerrogativa de pobre en todas las legislaciones conocidas. Sin embargo, lo primero que hace un hombre rico es ponerse a arruinar jardines propios y extraños con la promesa de convertirlos en el jardín ideal. Confunde el dinero con la vida, siendo, como es obvio, categorías y abstracciones éstas muy diferentes, el rico. Lo hace, seguramente, siguiendo ese concepto de «progreso» que sustituye al sueño y sobre el que nadie ha caído aún con la razón despierta.

Lo peor es que lo segundo que hace un hombre rico es seguir fotocopiándolo todo. Por supuesto sus copias lo son certificadas. Una vez hecho esto, el hombre rico muere. Y es elogiado. Por regla general, los hijos del hombre rico dilapidan la herencia paterna y el ciclo se reinicia en algún oscuro callejón del azar. Pero este proceder tan simple, que ocurría antes de una forma mucho más anónima, se ha vuelto ahora parte del espectáculo diario oficiado por bancos que te hacen feliz, hombres inmortales y mujeres irresistibles, automóviles inteligentes, fiestas exclusivas y revistas de actualidad, tendencias, ocio, cultura y mucho amor.

¿Han caído los ricos en una trampa, o son efectivamente tontos de remate? Servidor se inclina por que están siendo utilizados como conejillos de indias por quienes entregarán antes al rey que al mercado. Pobres ricos, empecinados en hacer testamento, decididos a ser patéticos más allá de la muerte. Usados, manipulados, humillados. Ricos humillados por su propia caricatura, a la que han aprendido a imitar, a seguir como a una heroína desnuda que no deja de tentarlos con el fruto prohibido del futuro prohibido. Pobres ricos, en su mayoría españoles, hijos de la ambición de León y de la belicosidad catalana, que no saben decir «éxito» ni «fracaso», pobres ricos peores que el fuego bacteriano y cuyas cabezas nos van a ir siendo entregadas por los jueces como placebo en cuentagotas. Dará lo mismo, porque lo cierto sigue siendo que, incluso si alcanzamos las previsiones, incluso si la gestión rozara la perfección, no podremos mantenerlos a todos.

Cuando la perfección es horrible sólo cabe concluir que el modelo está equivocado. Y si el modelo no está equivocado entonces lo está quien pretende llegar al modelo desde sus ejemplos de aplicación, haciendo el camino a la inversa. Como si se tratase de aprender del modelo, o con el modelo o el modelo, cuando lo que hay que aprender es a llegar a él. ¿Cuál es el modelo? ¿Invadir y someter? ¿Cuál es el modelo, y por qué?

Servidor no tiene un jardín ideal, sino un jardín semisalvaje que de vez en cuando le quita el sueño. Si servidor tuviese un sueño que de vez en cuando le quitase el jardín, servidor procuraría dormir un poco menos. Dormiría peor. Puede incluso que tuviera miedo.

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